viernes, 5 de diciembre de 2014

Capítulo veintiuno: vigésimo primera tragedia.

Momentos antes de bajarnos del coche, Kory apagó el motor. Se inclinó sobre los asientos traseros y agarró su arco y su carcaj. Después, abrió la puerta y salió. Yo le imité y bloqueó las puertas con el mando inalámbrico. Avanzó un par de metros hasta entremezclarse con los arbustos y yo le seguí sin decir ni una palabra. Tras unos minutos caminando en silencio llegamos a una explanada que limitaba con el río en la que habían muchas tiendas de campaña desmontadas y un camping destartalado. Se podía apreciar que el fuego se había apagado recientemente. Corrí hacia las abandonadas pertenencias buscando algún signo de Isaac. Di vueltas sobre mí misma observando detalladamente todos y cada uno de los objetos que yacían sobre la hierba seca mientras Kory inspeccionaba el lugar minuciosamente. Tras no identificar nada, perteneciente a mi futuro hermanastro, me acerqué al cazador de vampiros.
-No hay nadie. -musité.
-Shh... - impuso él. 
-A...yu...da... - una voz ronca y apenas sin fuerzas se escuchó a nuestras espaldas. Me giré y observé cómo un muchacho se arrastraba hasta la orilla desde el corazón de la corriente. Corrí en su ayuda y Kory caminó detrás de mí. 
Al acercarme, pude advertir el tullido cuerpo de un adolescente al que le habían arrancado un brazo por el codo, le habían arañado el pecho y se desangraba por un terrible desgarro en el cuello. Vi en sus ojos la desesperación y el pavor que sentía en lo más profundo de su alma. Su mirada suplicaba piedad y demostraba sus ganas de seguir viviendo. Me agaché frente a él y, llenando mis manos de su sangre, tiré de su mano hacia mí. Él gemía de dolor y se retorcía. Instantáneamente, Kory reaccionó.
-¡Quieta! - tiró de mis brazos haciendo que soltara al muchacho.- ¡No le toques! - se interpuso entre el chico y yo.
-¡Necesita ayuda! - intenté esquivarle pero fracasé.
-Pronto será uno de ellos... - dirigió la mirada al suelo.
-¡Estás loco! - a través del hueco entre sus piernas vi cómo los atemorizados y oscuros ojos del mártir se tornaban en un intenso color borgoña y sus labios comenzaban a dibujar una siniestra sonrisa. Kory se dio media vuelta y tensando el arco escupió al suelo. Milésimas de segundo después disparó una de sus flechas contra el monstruo, atravesando su cráneo desde el hueso frontal al occipital. La sangre salpicó todo cuanto encontró a su paso en un radio de dos metros. En aquel momento sentía una mezcla de horror y excitación. Gotas brotaron de mis lagrimales de manera involuntaria. Me puse en pie y miré a Kory con asombro. Este me devolvió la mirada y chistó. Caminó en dirección al coche, dejándome atrás. De nuevo miré al muchacho. Su cuerpo sin vida yacía en la orilla del río, sobre un enorme charco de sangre y con un agujero en la frente. Su semblante aún mostraba la terrorífica verdad que se esconde detrás de la existencia de un vampiro, y nada podía reflejarlo mejor que sus cuencas abiertas de par en par y la macabra sonrisa de la locura personificada. Tragué saliva y perseguí a Kory. Cuando estuve a punto de alcanzarle, ambos escuchamos un gruñido que provenía de cualquiera de los arbustos que bordeaban la explanada.
-Kory... - susurré intentando alertarle. Aunque tan solo conseguí hacer notar el miedo que sentía en aquel momento. Él se dio la vuelta y puso su espalda contra la mía. 
-No te muevas ni un ápice. - musitó. De uno de los arbustos surgió un chico corriendo atemorizado. Kory y yo le miramos fijamente y tras unos instantes pude advertir que se trataba de Isaac. Él no se percató de nuestra presencia ya que cada dos segundos giraba la cabeza para cerciorarse de que le seguían. Fui a gritar y Kory me tapó la boca. Forcejeé y moví los brazos en el aire para que mi futuro hermanastro consiguiera darse cuenta de que me encontraba allí, pero resultó inútil. Cuando hubo recorrido unos cuantos metros desde los arbustos, apareció tras él, a la velocidad de la luz, un vampiro corriendo sobre todas sus extremidades como un cuadrúpedo. No alcancé a ver más, ya que instantáneamente, Kory me abrazó, me tapó la boca y se abalanzó sobre mí haciéndonos caer al suelo. Giré la cabeza y vi cómo la sedienta criatura derribaba a Isaac y lo arrojaba contra el forraje. Quería gritar pero la mano de mi protector impidió que nos descubriera. Comencé a llorar mientras el vampiro le mordía sin piedad y le arrancaba pedazos de piel de diversas partes del cuerpo. Las lágrimas impedían ver con claridad cómo se atiborraba de flujo sanguíneo y este chorreaba por toda su cara. Pataleé enfurecida y el feroz engendro se percató de nuestra presencia. Dejó de absorber las arterias de Isaac y nos miró fijamente. Kory rodó hacia el suelo y de una pirueta se puso en pie. El vampiro ladeó la cabeza noventa grados y sonrió maquiavélicamente. Me coloqué de costado y me limpié las lágrimas de los ojos. Aquel ser comenzó a correr hacia nosotros y cuando estuvo lo suficientemente cerca, saltó y Kory le asestó un flechazo en el pulmón. La criatura gimió de dolor, cayó al suelo y comenzó a retorcerse. Yo me levanté y corrí hacia Isaac, pero cuando pasé cerca del vampiro, frené por dos segundos y observé cómo la flecha iba calcinando su cuerpo, poco a poco, desde el filo. Continué mi camino y al llegar, me agaché y posé mi mejilla izquierda sobre su pecho. Su corazón latía a trompicones sin dejar de luchar. Me levanté rápidamente y le agarré de los brazos. Tiré de él hacia los arbustos con la intención de llevarlo al coche. Alcé la vista y vi cómo Kory disparaba firmemente su arco a unos cuantos neófitos que venían a despedazar la presa de su difunto compañero. Dejó a los vampiros sufriendo sobre el terreno. Sus cuerpos ardían casi con la misma intensidad que mi deseo de verlos agonizar. Cuando hubo terminado, corrió en mi ayuda y juntos llegamos al coche sanos y salvos. Arrancó el motor y lo puso a ciento veinte. Condujo lo más rápido posible hasta llegar al hospital de guardia más cercano. En la entrada se levantó del asiento del conductor y pasó a la parte trasera.
-Coge el volante y conduce despacio, cuando yo te diga frena y después acelera todo lo que puedas. 
Asentí y cogí el volante. A su señal frené y caí en la cuenta de lo que iba a hacer, pero cuando quise recriminarle sus intenciones ya había abandonado el moribundo cuerpo de Isaac a las puertas del hospital. Aceleré, Kory volvió al asiento del conductor casi de un salto y salimos de allí antes de que nadie pudiera identificarnos.

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