viernes, 5 de diciembre de 2014

Capítulo veintiuno: vigésimo primera tragedia.

Momentos antes de bajarnos del coche, Kory apagó el motor. Se inclinó sobre los asientos traseros y agarró su arco y su carcaj. Después, abrió la puerta y salió. Yo le imité y bloqueó las puertas con el mando inalámbrico. Avanzó un par de metros hasta entremezclarse con los arbustos y yo le seguí sin decir ni una palabra. Tras unos minutos caminando en silencio llegamos a una explanada que limitaba con el río en la que habían muchas tiendas de campaña desmontadas y un camping destartalado. Se podía apreciar que el fuego se había apagado recientemente. Corrí hacia las abandonadas pertenencias buscando algún signo de Isaac. Di vueltas sobre mí misma observando detalladamente todos y cada uno de los objetos que yacían sobre la hierba seca mientras Kory inspeccionaba el lugar minuciosamente. Tras no identificar nada, perteneciente a mi futuro hermanastro, me acerqué al cazador de vampiros.
-No hay nadie. -musité.
-Shh... - impuso él. 
-A...yu...da... - una voz ronca y apenas sin fuerzas se escuchó a nuestras espaldas. Me giré y observé cómo un muchacho se arrastraba hasta la orilla desde el corazón de la corriente. Corrí en su ayuda y Kory caminó detrás de mí. 
Al acercarme, pude advertir el tullido cuerpo de un adolescente al que le habían arrancado un brazo por el codo, le habían arañado el pecho y se desangraba por un terrible desgarro en el cuello. Vi en sus ojos la desesperación y el pavor que sentía en lo más profundo de su alma. Su mirada suplicaba piedad y demostraba sus ganas de seguir viviendo. Me agaché frente a él y, llenando mis manos de su sangre, tiré de su mano hacia mí. Él gemía de dolor y se retorcía. Instantáneamente, Kory reaccionó.
-¡Quieta! - tiró de mis brazos haciendo que soltara al muchacho.- ¡No le toques! - se interpuso entre el chico y yo.
-¡Necesita ayuda! - intenté esquivarle pero fracasé.
-Pronto será uno de ellos... - dirigió la mirada al suelo.
-¡Estás loco! - a través del hueco entre sus piernas vi cómo los atemorizados y oscuros ojos del mártir se tornaban en un intenso color borgoña y sus labios comenzaban a dibujar una siniestra sonrisa. Kory se dio media vuelta y tensando el arco escupió al suelo. Milésimas de segundo después disparó una de sus flechas contra el monstruo, atravesando su cráneo desde el hueso frontal al occipital. La sangre salpicó todo cuanto encontró a su paso en un radio de dos metros. En aquel momento sentía una mezcla de horror y excitación. Gotas brotaron de mis lagrimales de manera involuntaria. Me puse en pie y miré a Kory con asombro. Este me devolvió la mirada y chistó. Caminó en dirección al coche, dejándome atrás. De nuevo miré al muchacho. Su cuerpo sin vida yacía en la orilla del río, sobre un enorme charco de sangre y con un agujero en la frente. Su semblante aún mostraba la terrorífica verdad que se esconde detrás de la existencia de un vampiro, y nada podía reflejarlo mejor que sus cuencas abiertas de par en par y la macabra sonrisa de la locura personificada. Tragué saliva y perseguí a Kory. Cuando estuve a punto de alcanzarle, ambos escuchamos un gruñido que provenía de cualquiera de los arbustos que bordeaban la explanada.
-Kory... - susurré intentando alertarle. Aunque tan solo conseguí hacer notar el miedo que sentía en aquel momento. Él se dio la vuelta y puso su espalda contra la mía. 
-No te muevas ni un ápice. - musitó. De uno de los arbustos surgió un chico corriendo atemorizado. Kory y yo le miramos fijamente y tras unos instantes pude advertir que se trataba de Isaac. Él no se percató de nuestra presencia ya que cada dos segundos giraba la cabeza para cerciorarse de que le seguían. Fui a gritar y Kory me tapó la boca. Forcejeé y moví los brazos en el aire para que mi futuro hermanastro consiguiera darse cuenta de que me encontraba allí, pero resultó inútil. Cuando hubo recorrido unos cuantos metros desde los arbustos, apareció tras él, a la velocidad de la luz, un vampiro corriendo sobre todas sus extremidades como un cuadrúpedo. No alcancé a ver más, ya que instantáneamente, Kory me abrazó, me tapó la boca y se abalanzó sobre mí haciéndonos caer al suelo. Giré la cabeza y vi cómo la sedienta criatura derribaba a Isaac y lo arrojaba contra el forraje. Quería gritar pero la mano de mi protector impidió que nos descubriera. Comencé a llorar mientras el vampiro le mordía sin piedad y le arrancaba pedazos de piel de diversas partes del cuerpo. Las lágrimas impedían ver con claridad cómo se atiborraba de flujo sanguíneo y este chorreaba por toda su cara. Pataleé enfurecida y el feroz engendro se percató de nuestra presencia. Dejó de absorber las arterias de Isaac y nos miró fijamente. Kory rodó hacia el suelo y de una pirueta se puso en pie. El vampiro ladeó la cabeza noventa grados y sonrió maquiavélicamente. Me coloqué de costado y me limpié las lágrimas de los ojos. Aquel ser comenzó a correr hacia nosotros y cuando estuvo lo suficientemente cerca, saltó y Kory le asestó un flechazo en el pulmón. La criatura gimió de dolor, cayó al suelo y comenzó a retorcerse. Yo me levanté y corrí hacia Isaac, pero cuando pasé cerca del vampiro, frené por dos segundos y observé cómo la flecha iba calcinando su cuerpo, poco a poco, desde el filo. Continué mi camino y al llegar, me agaché y posé mi mejilla izquierda sobre su pecho. Su corazón latía a trompicones sin dejar de luchar. Me levanté rápidamente y le agarré de los brazos. Tiré de él hacia los arbustos con la intención de llevarlo al coche. Alcé la vista y vi cómo Kory disparaba firmemente su arco a unos cuantos neófitos que venían a despedazar la presa de su difunto compañero. Dejó a los vampiros sufriendo sobre el terreno. Sus cuerpos ardían casi con la misma intensidad que mi deseo de verlos agonizar. Cuando hubo terminado, corrió en mi ayuda y juntos llegamos al coche sanos y salvos. Arrancó el motor y lo puso a ciento veinte. Condujo lo más rápido posible hasta llegar al hospital de guardia más cercano. En la entrada se levantó del asiento del conductor y pasó a la parte trasera.
-Coge el volante y conduce despacio, cuando yo te diga frena y después acelera todo lo que puedas. 
Asentí y cogí el volante. A su señal frené y caí en la cuenta de lo que iba a hacer, pero cuando quise recriminarle sus intenciones ya había abandonado el moribundo cuerpo de Isaac a las puertas del hospital. Aceleré, Kory volvió al asiento del conductor casi de un salto y salimos de allí antes de que nadie pudiera identificarnos.

martes, 2 de diciembre de 2014

Capítulo veinte: vigésima angustia.

Permanecí el resto del día en mi habitación, jugueteando con la flecha que guardaba del día anterior. Para mi curiosidad, esta sí volvía a lucir al contacto con cualquier parte de mi cuerpo. Especulé durante horas, fantaseé con algún tipo de magia corriendo por mis venas, transformándome en una especie de heroína que lucha contra el mal. El reloj de la mesilla me alertó de que eran las ocho en punto y eso me recordó que debían esperarme en el comedor.
Durante la cena, mi madre y el doctor nos comunicaron que debían marcharse durante un tiempo a un pueblo no muy cercano de este, ya que habían de investigar un extraño tipo de anemia que había conducido a una gran cantidad de gente al hospital. Isaac no pareció prestar atención y fui yo quien accedió a responsabilizarse de cualquier acto que se produjera durante su ausencia.
Esa misma noche ayudé a mi madre con su equipaje.
-Mamá.
-Dime, cielo. - me tendió la mano.- Pásame el neceser.
-¿Eres feliz con el doctor? -agarré el neceser por el asa y se lo entregué. Ella me miró con el rostro entristecido, me acarició las mejillas y sonrió.
-Claro, cariño.- hizo una pausa. - Es un buen hombre. -sonrió de nuevo.- Y muy apuesto.- me guiñó un ojo.
-No hables como en la Edad Media.- ambas reímos. - Pero sí, es un hombre atractivo.
-¿Por qué lo preguntas? -frunció el ceño y continuó guardando ropa en la maleta.
-Es que se me hace raro todo esto...
-Dale una oportunidad. - cerró la tapa y se dispuso a hacerlo también con la cremallera.
-Eso hago. Estuve pensando en mudarme al edificio grande con vosotros. - me envolví en el pijama. No estaba segura de hasta qué punto estaba dispuesta. Sus ojos se encendieron como candelabros en la oscuridad y me abrazó.
-¡Será genial! ¡A Izan le hará mucha ilusión! Podrías cambiarte ya y para cuando volvamos ya te habrás acostumbrado. - terminado el abrazo me observó con una sonrisa de oreja a oreja. Hacía tiempo que no la veía tan ilusionada.
Corrió a informar al doctor y antes de las once ya me había instalado en mi nueva habitación. Esta era mucho más amplia y también incluía un baño personal. Desde el ventanal se podía ver una gran parte del pueblo, con sus tejados color ladrillo y negro azabache y sus calles empedradas. También se veía un frondoso boscaje de pinos, en cuyas copas se reflejaba la luz mostrando un gran abanico cromático de diferentes tonalidades verdosas y amarillentas. A lo lejos advertí lo que parecía una gran mansión rodeada de la espesa manta de árboles. Probablemente ahí vivía Fiend y todo su ejército de criaturas sobrehumanas. "Si tuviera un telescopio..." pensé.
A medianoche, el doctor y mi madre huyeron de la frívola casa familiar Marquet rumbo a una misión de trabajo e involuntariamente también de placer.
En diversas ocasiones me crucé con el primogénito Marquet en los diferentes pasillos de aquel lugar. Se extrañó de encontrarme merodeando por todos y cada uno de los corredores en busca de algún aliciente que me resultara atractivo de aquella casa. Acabé descubriendo que en muchas de las salas y galerías, que encontraba con la puerta cerrada, estas escondían una historia cada vez más compleja y enigmática de la familia. Una de las veces que me encontré con Isaac en el pasillo se paró frente a mí.
-Si vamos a ser hermanastros vamos a tener que apoyarnos.
-No entiendo.
-A ver, tu das la cara por mí, yo por ti; tú me encubres, yo lo hago por ti. - con las palmas de la mano hacia arriba dibujó con sus manos círculos en el aire, signo de ayudarme a entenderlo.
-Sí, ahora sí. ¿Qué quieres que haga por ti? - enarqué una ceja y él apoyó su brazo derecho sobre mis hombros.
-Me voy a ir unos cuantos días a un camping a la orilla del río con mis colegas, le dije a mi padre que no iría por quedarme cuidando de ti. Tú no necesitas que te cuide y yo no quiero hacerlo. Nadie sabrá que me fui. - con la mano izquierda hizo un recorrido semicircular frente a nosotros como si se dirigiera a un público específico - Volveré antes de que ellos lo hagan. - retiró su brazo de mis trapecios y se puso, de nuevo, frente a mí. - Si se adelantan, llámame. - sacó de su bolsillo un papel con lo que parecía su número de teléfono escrito y entró en una de las habitaciones. Lo guardé en uno de los bolsillo de la chaqueta gris de lana que llevaba puesta y bajé al salón. Quedé encandilada con los sofás de terciopelo verde cazador delineados de madera de haya barnizada al más puro estilo victoriano. Las paredes eran de un verde similar al del sofá y estaban decoradas con enormes estanterías llenas de libros, réplicas de fósiles, representaciones de mapas y algún que otro cactus. El olor a café que se filtraba por los intersticios de las puertas se fundía con el ambiente sombrío de aquel lugar.
-¡Me voy, Alma! - la voz forzada de Isaac se escuchó en el hall y salí en su busca. Portaba una mochila a la que se encontraba atada un saco de dormir y una cantimplora.
-Ten cuidado y que te vaya bien. - sonreí y cerré los ojos durante un segundo para parecer entrañable.
Salió por la puerta y me encontré sola en un mansión totalmente ajena a mí y de la que desconocía cualquier tipo de peligro o refugio. Deseé entonces que alguno de los empleados sintiera pena de mí y decidiera pasar la noche conmigo en aquel lugar, sin embargo no ocurriría nada como aquello. Los empleados del Dr. Marquet estaban bien educados y no volvían al edificio central una vez terminado su horario de trabajo, a no ser que el doctor lo solicitara personalmente. Me dirigí a la cocina y advertí que la puerta que daba al pequeño huerto no estaba cerrada del todo. Corrí hacia ella y eché el pestillo. Comencé a darme cuenta de que allí era vulnerable a cualquier tipo de ataque por parte de ladrones, locos, violadores o cualquier tipo de malechor. Agarré un cuchillo afilado y lo llevé conmigo a todos lados mientras acechaba cada rincón por el que pasaba y escuchaba minuciosamente cada sonido. De vez en cuando me sobresaltaba por algún chasquido de una rama afuera o algún graznido de algún cuervo. Tras varias horas en guardia acabé sumiéndome en lo más profundo de mis sueños en aquel sofá aterciopelado.
Tras algunos días sin sobresaltos acabé acostumbrándome a la soledad nocturna que me proporcionaba la casa. Por el día charlaba con el servicio y trataba de darles el menor trabajo posible. En algún momento me invitaban a su casa y me contaban historias de sus antepasados. En otras ocasiones daba un paseo por el pueblo esperando un encuentro casual e indirectamente provocado pero esperaba en vano. Una noche recibí una llamada desde otro pueblo. Mi madre e Izan debían ausentarse unos días más debido a que no podían sacar ninguna conclusión precipitada de su investigación y debían aumentar su esfuerzo de manera rigurosa. Se despidieron recordando que nos echaban de menos y que pronto volverían a casa. Aquello me tranquilizó y dadas las circunstancias me hizo sentirme de nuevo en una familia. Me acurruqué en una manta sobre el sofá del salón, con la intención de conciliar el sueño y, cuando estuve a punto de hacerlo, una luz me cegó a través de la ventana. Entreabrí los ojos y vi que la luz parpadeaba. Me acerqué lentamente a la ventana y retiré las cortinas para sacar una conclusión más acertada. La luz provenía de un coche por lo que alguien estaba haciendo la luz parpadear. ¿Era a mí? Al verme asomada, la persona volvió a hacer parpadear las luces y yo, instintivamente, me oculté rápidamente tras la cortina y me alejé de la ventana caminando hacia atrás. Me dirigí hacia la cocina y cogí el cuchillo que me acompañó mi primer día sola en la casa y lo escondí en la chaqueta. Guardé las llaves de la mansión en el bolsillo del pantalón y salí de la casa. Caminé hacia la verja aún sin ver con total claridad pero firme y segura. A medida que me acercaba podía reconocer con más exactitud el todoterreno de Kory. Salí del recinto y tras cerrar la verja tras de mí me dirigí a él.
-¿Qué haces aquí? - sonreí.
-Voy de caza al río y como me pillaba de camino tu casa me pareció apropiado venir a hablar contigo.
-Oh, qué detalle...
-Quería saber por qué te fuiste así de mi casa. - se apoyó en el capó del todoterreno y me miró de arriba abajo.
-Oh, es que recordé que había olvidado decirle a mi madre que salía y si estoy mucho tiempo afuera sin avisarla llama a la policía y monta un follón por nada. -me llevé la mano a la nuca.- Lo siento.
-No, tranquila. Si total, tenía que arreglar unos asuntos. -me tendió la mano. Yo se la estreché y tiró de mí hacia él. Apoyé mis manos sobre su chaqueta de cuero negra y nos miramos a los ojos durante unos instantes. Segundos después me alejé de él un par de pasos hacia atrás y miré hacia otro lado.
-Al parecer esta noche están habiendo ataques de vampiros.
-¿Ataques?
-Sí. Deben de tener hambre esos cabrones.
-¿Ataques a gente normal, del pueblo?
-Si, Alma. Y me voy ya, que parece ser que hay un camping cerca del río y no queremos que esos malditos toquen a nadie más. - se subió en el asiento del conductor mientras me miraba cuidadosamente.
-¿¡UN CAMPING!? ¡Llévame ahora mismo! - subí al asiento del copiloto y cerré la puerta.- ¡Isaac está allí!
-¿Isaac? - preguntó aún con su puerta abierta.
-¡Sí! ¡Corre! - golpeé el salpicadero y él, con suma tranquilidad, cerró la puerta del coche.
-¿Quién es Isaac?
-¡Llévame allí! - grité preocupada.
-¿No me vas a decir quién es? - me miró fijamente a los ojos.
-¡No es momento para ponerse celoso! - me arrepentí de lo que acababa de vomitar y él hizo un gesto de incredulidad y arrancó el motor. Me tranquilicé ipso facto y observé cómo se alejaba mi casa y desaparecía entre la densa niebla del paisaje.

Capítulo diecinueve: decimonoveno encuentro.

Quienquiera que fuese la persona que se encontraba fuera no desistió. La puerta retumbó unas cuantas veces antes de que llegara a abrirla. Rosh y su característica melena bermellón me arrollaron a su paso,' urgente por entrar en mi apartamento. Cerré la puerta a mis espaldas. Él inspeccionaba cuidadosamente mi morada.
-¿Qué haces aquí? - incoé.
-Vengo a advertirte. ¿Qué es este lugar? Huele asquerosamente mal. - olisqueó el ambiente arrugando la nariz y después hizo un gesto de disgusto.
-Gracias. Es mi habitación. Advertirme, ¿de qué? - caminé hacia él hasta quedarme a una distancia apropiada y le miré dubitativa.
-Te estás metiendo en un terreno muy peligroso, niña. Nada de nuestra familia es asunto tuyo, aunque toda tú seas asunto nuestro. Tienes la opción de mantenerte al margen y permanecer viva o intentar entrometerte y morir a la primera de cambio.
Permanecí en silencio intentando averiguar su propósito.
-Mira, eres joven aún, no quiero que te pase nada y si andas de galanteo con Fiend, tarde o temprano, acabarás herida. - me miró con ternura y se acercó delicadamente a mí, sin dejar a un lado sus aires de prepotencia varonil; después, puso su mano en mi mejilla y la acarició con suavidad. Me sentí violenta e instantáneamente di dos pasos hacia atrás. - No me malinterpretes, es solo... No importa.  - pasó a mi lado y me dejó atrás mientras dirigía sus pisadas hacia la puerta.
-¿Tú también eres un vampiro? - rápidamente me di media vuelta. Él pareció sorprenderse.
-Así que ya lo sabes.
-No fue difícil de adivinar cuando casi me devoran la otra noche.
-¿Entiendes ahora lo que te digo? No merece la pena que por un entusiasmo pasajero ocurriera alguna tragedia.
-No has respondido a mi pregunta. - espeté firmemente.
-Eso es todo lo que te interesa, eh... - sus ojos se anegaron con desesperanza y rechistó. - Me estás comprometiendo... No es justo, joder. - salió de allí y me dejó plantada, con demasiadas preguntas. El portazo que siguió sus huellas me devolvió a la realidad.


Lo primero que hice nada más levantarme fue ir a visitar a Kory. No pasé por el comedor, ni saludé a nadie. Llevaba la flecha en la mochila. Al llegar me invitó a desayunar, se había informado de mi pasión por los tés y había comprado una cantidad considerable de cajas con distintos sabores. Tras hablar durante un rato sobre banalidades, se atrevió a iniciar el tema de la pasada noche.
-¿Cómo llegaste a casa la otra noche? - al decir aquello dejó el café en la mesilla frente a la televisión, giró el cuerpo dirigiéndolo a mí y esperó.
-Fiend me llevó. - di un sorbo a mi té de jengibre y canela y mantuve los labios sobre el borde de la taza, tratando de ocultar, a duras penas, mi rostro.
-¿Fiend? - enarcó una ceja.
-Uno de los chicos que iba aquel día en el Porsche.
-¿Cómo supo que estabas allí?
-Supongo que pasaría por allí, escuchó el alboroto y me encontró a mí. - de nuevo mojé los labios en la infusión y le observé detenidamente. No se movió un ápice.
-¿A esas horas? ¿En medio de ese revoltijo?
-Era revoltijo para nosotros que sabíamos lo que estaba pasando, pero cuando salí de allí con Fiend el bosque estaba tranquilo. -di otro sorbo al té, intentando no dirigirle la mirada en ningún momento.
-Pensé que me esperarías... - agachó su cabeza y la giró apoyando el pómulo sobre el hombro para intentar hilar su ojos con los míos. Alejé la taza de mi boca y la posé sobre la mesilla, mirando en otra dirección.
-Ya, lo siento, no supe que hacer. - tras pensarlo repetidas veces le miré. Él cambió el semblante, suavizándolo.
-No te preocupes, ya lo hice yo por ti al no encontrarte.
-Lo siento.
-Pensé que te había pasado algo, pero no lograba encontrarte en ningún sitio. -cerró los puños y después sonrió. Yo hice un gesto de aflicción y me recosté sobre el respaldo del sofá. Él me miró detenidamente y su rostro mostró desconcierto. - ¿No vas a preguntarme nada al respecto?
-Eh... - me incorporé casi de un salto. No caí en la cuenta de que al saber qué era lo que había pasado me lo estaba tomando con demasiada tranquilidad de la que debería en función de lo que yo pretendía hacerle creer a él.- Es que estoy atónita aún. No se qué preguntar exactamente.
-Pensé que esto sería más fácil o que, al menos, reaccionarías de otra manera.
-Me da miedo pensar en esos rojos ojos, mirándome... - simulé un escalofrío. Kory me abrazó. - Quiero que me cuentes todo sobre ti.
Kory se alejó poco a poco de mí y vi cómo se mordía el labio. Resopló.
-Espera aquí.
Se levantó de su asiento y desapareció de la sala. La verdad es que, aún sabiendo la naturaleza del problema de ayer, me interesaba su versión de los hechos. Di otro sorbo al té hasta acabármelo y le esperé. Atravesó la puerta con un enorme arco de madera maciza en la mano y una aljaba llena de flechas. Caminó hacia mí y se sentó de nuevo en su sitio.
-Mira, Alma, no soy una persona cualquiera. - tendió el arco y el carcaj sobre la mesilla y cogió de esta su cajetilla de cigarrillos. Se llevó uno de ellos a la boca y se lo encendió. - En mi último viaje a mi casa descubrí una serie de responsabilidades que me han tocado sin tomar ninguna decisión. - dio una calada y exhaló el humo que se interpuso entre nosotros nublándole el rostro. - La criatura de aquel... -hizo una pausa.- ¡Joder! No se por dónde empezar.
-A ver, te ayudo. - giré mi cuerpo hacia él. - ¿Qué era esa criatura de la otra noche? - él inhaló de nuevo humo y lo expulsó por la nariz.
-Aquel ser que nos atacó era un vampiro.
-¿Un vampiro? - intenté fingir nefastamente pero él no pudo apreciarlo ya que se encontraba demasiado concentrado en cada palabra que iba a pronunciar.
-Sí. No son como los de las pelis, estos no tienen control de sí mismos cuando tienen hambre y atacan a las personas inocentes. Se las comen y a veces las vuelven seres no muertos como ellos. Bastardos. - dio una profunda calada y exhaló el humo lentamente tratando de relajarse.
-¿Y tú qué tienes que ver con ellos?
- Yo los cazo. Soy cazador de vampiros. - mi cara de desconcierto habló por sí sola. - Yo antes no era así, pero cuando esos malditos mataron a mi hermana y volví a casa, mis padres me lo contaron todo. Al parecer, la sangre de cazador de vampiros lleva en mi familia muchas generaciones y mi hermana Alexia era una de ellos. Vino aquí a investigarlos. - terminó el cigarrillo y lo aplastó contra el cristal del cenicero con saña.
-¿Aquí? ¿Por qué? - fruncí el ceño.
-Porque, al parecer, no solo mi familia caza vampiros. Si no que hay muchas más.
-¿Quiere decir eso que existen vampiros en todo el mundo?
-No estoy seguro. Pero existe una especie de Hermandad, un Consejo donde llevan este tema lo más controlado posible. Y al parecer, se enteraron de la posible existencia de vampiros aquí y mandaron a mi hermana.
-¿Pero tú...? - tosí a causa del humo que bailoteaba alrededor de mi garganta.
-A mí me dieron un arco que, cuando me hubieron contado toda la verdad y recordé algunas experiencias pasadas, reaccionó a mi tacto y lució de la nada. - miró directamente a la mesilla.- Lo toqué y brilló. Sin más. Con la luz violeta más intensa que había visto nunca.
-Oh... - aquello me recordó al momento en el que al tocar la flecha morada en mi habitación, esta refulgió. ¿Quería decir aquello que yo...? Tonterías. Llevaría impregnada fragancia de Kory o algo similar.
-Se que es difícil de asimilar pero no hay otra explicación para lo que ocurrió la otra noche. Intentaba involucrarte lo menos posible y aún así esos cabrones no entienden una mierda. - me miró de reojo y no supe qué decir.
Aproveché el momento en que salió de allí para tocar el arco y las flechas, esperando una reacción al contacto pero nada ocurrió. Me decepcioné. Por un momento había soñado ser alguien diferente, alguien extraordinario con el poder de decidir sobre las vidas de los demás. Sin embargo, en tan solo un segundo volví a la dura realidad de ser el pequeño cordero entre lobos. Ante tal chasco decidí que debía asimilar todo lo que había sucedido a mi alrededor en mi intimidad y al grito de una despedida me marché de allí y me encaminé hacia "mi" casa.
Al llegar a la verja de la finca escuché una risa aguda, lejana y traviesa a mis espaldas. Me giré. Al final del camino de tierra, vi semiescondida, tras un árbol, la tétrica figura de una niña pequeña con el cabello negro, largo y liso, que sonreía maquiavélicamente mientras escondía un ojo tras la corteza y me miraba con la enorme pupila que devoraba el iris del ojo que dejaba al descubierto.
Tu opinión es más importante que la de cualquiera de los personajes y, además, me ayuda a mejorar día a día.
Estaría muy agradecida si dejaras un comentario.
¡Quiero saber tu opinión!
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