lunes, 6 de octubre de 2014

Capítulo quince: decimoquinto enigma.

El té en aquel lugar sabía fantástico. Se mezclaban en mi paladar la dulzura de la canela molida recién recolectada en los campos de Sri Lanka con la robustez del té negro y su nebulosa conspiración de sensaciones. No tan suculenta era mi conversación con Kory. No le convenció mucho mi respuesta cuando me preguntó de qué conocía a aquellos chicos que iban en el coche y desde entonces apenas parecía interesarse por lo que le contaba. Desde aquella terraza podía observar la fuente que no veía desde el día en que allí mismo se sentó Lucrecia con su vestido blanco.
-A propósito, antes no terminaste de contarme lo de Lucrecia. - perdí la conexión con mi mundo particular y tardé en articular lo que acababa de decirme. Le miré durante unos instantes y después dije:
-Ya, nos interrumpieron.
-¿Y bien? Decías que la noche en que desapareció se presentó en tu casa.
-Sí. - di un sorbo al té. - Llamó a mi puerta acompañada de un chico muy guapo, tenía el pelo negro, no muy corto y era bastante alto.
-¿Le conocías de algo? ¿Te sonaba de haberle visto por el pueblo? - pareció interesarse por mi testimonio y apoyó los dos codos sobre la mesa de metal.
-No. Por eso te estoy diciendo esto. No le conocía de nada y tampoco me dio buena espina.
-¿Qué te dijeron?
-Pues, en realidad, Lucrecia vino a decirme que le había dicho a su madre que dormiría en mi casa y que si llamaba yo debía decirle que Lucrecia ya dormía y que volvería a casa a las once. Después, él le dijo que mejor a las siete y ella asintió sin más. Después se fueron y al día siguiente ocurrió lo de su madre y vinisteis a mi casa.
-¿Cómo dijiste que era el chico? - sacó una libreta de su bolsillo y agarró un bolígrafo.
-Alto, tenía el pelo negro, más bien corto, la voz dulce...¡Ah! Y tiró sobre el pavimento una rosa negra. - al oír aquello se le abrieron los ojos de par en par y cerró los puños.
-¡¿QUÉ?! - se levantó y volcó la mesa de un empujón. Me miró con desprecio y los demás clientes nos observaban intimidados.
-¿Qué he dicho? - me asusté.
-¡¿Por qué demonios no lo dijiste antes?! ¡Mi hermana podría estar viva ahora! - dio una patada a la mesa, que yacía en el suelo junto a los platos y las tazas hechas trizas en el suelo, y después salió de allí con presteza y vigor.
El responsable del local salió a ver qué había ocurrido y tuve que disculparme por él y, gracias a la comprensión de aquel hombre, tan solo tuve que pagar la cuenta en lugar de también el destrozo. Deambulé por el pueblo un par de minutos pensando qué podía hacer antes de regresar a mi nuevo "hogar" y acabé decidiendo ir al río.
Aún era pronto para pasar por allí y más si iban a quedarse hasta la noche. Algo dentro de mí me aconsejaba no acercarme, sin embargo, otra parte en mi interior me incitaba a pasar con ellos un rato. Caminé durante una hora hasta llegar al lugar que me habían indicado y vi entre los árboles una poza del río inundada por la sombra de unos sauces llorones en la cual se refrescaban Fiend y Rosh.  Al acercarme andando notaron mi presencia y ambos se giraron.
-Hola. - dije rápidamente.
-¡Alma! Acércate. - Fiend me tendió una mano a lo lejos. Bajé una pequeña ladera que había antes de llegar hasta él y miré a mi alrededor. Una brisa cálida meció mi cabello en dirección río abajo y me aparté un mechón de la boca.
-No podías resistirte, eh. - comentó Rosh.
-No tenía nada mejor que hacer. - respondí mientras me sentaba sobre broza.
-¿Y tú cita? - Rosh sonrió pícaramente.
-No era una cita, tranquilo, ya se que te mueres por mis huesos. - le guiñé un ojo y reí. Ellos rieron también y se miraron.
-¿Qué, te apetece bañarte con nosotros? - Fiend se dirigió a mí caminando mientras las gotas de agua resbalaban por su torso desnudo, rodeaban su ombligo y desaparecían en los cordones de su bañador. Sentí un cosquilleo en el pecho.
-No, la verdad es que no he traído bañador, solo venía a charlar un rato con vosotros. - miré a Rosh y este miró a Fiend. Ambos sonrieron maliciosamente y salieron corriendo en mi dirección. Yo instintivamente comencé a correr para huir de ellos pero enseguida me atraparon.
-¡Soltadme! ¡Ni se os ocurra tirarme al agua! ¿Me habéis oído? - grité exasperada. Rosh le tendió su parte de mi cuerpo a Fiend y él me colocó en su hombro como si fuera un saco de patatas. Le golpeé la espalda con los puños a medida que se acercaba a la orilla del río, pero, a decir verdad, creía hacerme más daño yo de lo que podía hacerle a él. De repente dejó de andar.
-¡PARA FIEND! - intenté resistirme una vez más pero fue inútil. Me incorporé y él se las apañó para cogerme por las axilas como si fuera un bebé y me miró a los ojos. Perdí la fuerza al sumergirme en sus zafiros que destacaban frente a su flequillo de mármol. Él enarcó una ceja y seguidamente me hundió en su pecho y saltó al agua. Abrí los ojos y le vi mirándome fijamente, me acarició la mejilla y mantuvo su mano en mi rostro. Le observé durante unos segundos hasta que empecé a quedarme sin aire y nadé hacia la superficie. Al salir, Rosh se estaba riendo y me saludó desde tierra firme. Al instante apareció Fiend a mi lado.
-Refrescante, eh.
-Humph. -rechisté y nadé hacia la orilla. Salí del agua y a pesar de ser consciente de que mi ropa se llenaría de barro me tumbé sobre la maleza. Miré al cielo, estaba anocheciendo. Rosh gateó hasta mí y se tumbó a mi lado. Se oía a Fiend nadar.
-¿Por qué te fías de nosotros? - preguntó.
-Me caéis bien.
-¿Sin más?
-Sin más. - le miré. - ¿Por qué lo preguntas?
-No solemos caerle bien a nadie, supongo que acabarás descubriendo por qué.
-Sois buenas personas. - vi cómo Rosh soltó una risotada socarrona. - Fiend habría podido violarme en muchas ocasiones - abrió los ojos de par en par. - y sin embargo no lo ha hecho. Y tú también podrías haberme hecho cualquier cosa el día que viniste a mi casa a entregarme el panfleto y lejos de eso ni siquiera pensaste que podría estar sola. ¿Me equivoco?
-Eres directa, eh. ¿Ha de violarte o atacarte alguien para ser una mala persona? - me miró. Sus profundos ojos violetas me intimidaron al encontrarse tan cerca de mí y me sonrojé, inmediatamente volví a mirar al cielo para que no lo notara.
-Sí.
-Yo no lo creo así. Hay muchas otras razones, más... - hizo una pausa.- oscuras, por las que un hombre puede ser malvado. - acto seguido colocó sus brazos detrás de su nuca como almohada.
-¿Intentas asustarme? - me incorporé y miré a la poza, Fiend ya no estaba.
-¿Lo he conseguido? - Rosh se incorporó también y advirtió lo mismo que yo. - ¿Y Fiend?
-No lo se. - el cielo ya se había vuelto nocturno. Una bocanada de aire gélido heló mis entrañas aún caladas por la humedad de mi ropa. A nuestro alrededor los árboles y las plantas se movían y se escuchaban pasos.
-Quédate cerca mía. - susurró Rosh. Yo obedecí y me pegué a él, espalda con espalda. Un estruendoso ruido comenzó a escucharse tras de mí, me giré y una gran sombra se abalanzó sobre nosotros. Rosh me empujó con fuerza en dirección contraria a él y cuando estuve a punto de caer al suelo alguien me cogió por detrás y me tapó los ojos con suma delicadeza.
-Tranquila, no grites, soy yo, Fiend. - reconocí su aterciopelada y tétrica voz musitando mi oído.- No te muevas. No hagas ningún ruido.
Seguía tapando mis ojos mientras escuchaba algo desgarrarse, cosas golpear al suelo, gritos afónicos, gruñidos... Me estaba poniendo nerviosa. Comencé a forcejear, no me sentía segura con esa ceguera superficial. Algo bufó a lo lejos al darse cuenta de mi presencia y corrió hacia mí.
-Mierda. - Fiend me destapó los ojos y se puso delante mía. Estabamos escondidos entre unos matorrales frondosos. Entre su brazo derecho y su cuerpo alcancé a ver a una persona humana correr sobre sus cuatro extremidades, con los ojos rojos y la boca dislocada. Estaba atemorizada, mi cuerpo estaba paralizado y solo pude agarrarme al bañador de Fiend con fuerza mientras observaba a aquel ser galopar hacia nosotros. Fiend tomó posición de ataque pero cuando estuvo a punto de alcanzarnos, fue derribado por una flecha directa en el corazón, una flecha que emanaba luz violeta.

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