lunes, 6 de octubre de 2014

Capítulo catorce: decimocuarta divergencia.

El Sol se hizo paso por mi habitación hasta atizarme en la cara con un intenso calor. Aquello me desveló y no tuve más remedio que despertarme. Remoloneé entre el edredón un par de minutos hasta recordar la llamada y los golpes en el cristal. Miré instintivamente a todas las ventanas, se encontraban intactas e impolutas. Suspiré. Había dormido maravillosamente bien. Aquel lugar me gustaba. Me vestí con ropa de calle y me dirigí a socializarme con el resto de inquilinos.
Al entrar en el edificio principal una bocanada de aire mentolado llenó mis pulmones. El hall lucía un espléndido suelo de madera de nogal cobriza que continuaba escaleras arriba. Estas se acompañaban de unas barandillas cuyos balaustres tenían forma de reloj de arena y seguían una estructura convexa a ambos lados hasta el final del pasillo del piso superior. Ante mis obnubilación me recibió una mujer humilde.
-¿Puedo ayudarla, señorita Alma? - su voz sonó hogareña y gentil entre sus ropas distinguidas.
-Busco el desayuno...
-Claro que sí, acompáñeme. - sonrió pasiva y comenzó a andar. Yo la seguí a través de todas las puertas de madera y los ostentosos decorados de la casa. Tras atravesar varias salas colocadas cual laberinto, llegamos a un comedor decorado con los mismos tonos cobre que el hall. Allí había una mesa amplia con multitud de sillas en las cuales estaban sentados el doctor Marquet, su hijo y mi madre, todos tomando el desayuno. Me senté al lado de Isaac, frente a mi madre, que se sentaba al lado del doctor.
-Buenos días, cielo. - mi madre sonrió dulcemente y después le agarró la mano a su querido.
-Buenos días, Alma, espero que la habitación sea de tu agrado y que hayas dormido bien.
-Sí, la verdad es que sí, muchas gracias por tu comprensión, Izan. - le miré dubitativa y él me respondió con una sonrisa amable. Observé la mesa. Había leche, zumos, bollos, pan y variedad de alimentos con las que acompañar el desayuno. Con vergüenza alcancé los cereales y vertí leche en ellos. Un haz de luz muy delgado traspasó las cortinas de la sala y atravesó la taza de cerámica blanca hasta dividirla en dos. El polvo flotante bailaba un vals sobre mis cereales, que a la luz del Sol, parecían hechos de oro. Hundí la cuchara en la mezcla y miré a los demás.
-Nena, esta tarde Izan y yo iremos a hacer un picnic al bosque, Isaac dormirá hoy en casa de un compañero de clase y nosotros volveremos tarde.
-Si volvemos... - interrumpió el doctor entre risas cómplices. Mi madre le secundó.
-El caso es que si vas a salir, dínoslo lo antes posible para que te demos las llaves o para que la ama de llaves se quede despierta hasta que regreses.
-Sí, probablemente salga a dar una vuelta por el pueblo, tengo que ver a alguien, pero no tardaré en venir, no creo que sea necesario que se quede despierta por mi culpa. Volveré pronto. - aclaré con la cuchara a rebosar a punto de entrar en mi boca.
-Espera, mejor ten las llaves. - Izan rebuscó en su bolsillo y me lanzó un llavero de metal con tres llaves. - La grande es la de la verja, la pequeña de tu apartamento y la cuadrada la del edificio principal, por si tienes hambre y quieres venir a la cocina.
Cogí las llaves al vuelo pero dejé caer la cuchara al suelo del susto.
-Gracias. - me agaché a recogerla y la dejé sobre la mesa.
-¿Te traigo otra? - se ofreció Isaac.
-No, gracias, ya he terminado. - sonreí y me levanté. Al salir por la puerta escuché a mi madre decirle al doctor que tardaría en acostumbrarme. Suspiré y salí de allí. El Sol iluminaba cada átomo del forraje y aquel jardín parecía el edén. Me descalcé y sentí una mullida cubierta en las plantas de los pies. Caminé así hasta mi apartamento, allí guardé mis cosas en una mochila y me cambié de ropa. Después, salí de allí y me dirigí a la que era la casa de Kory.
Al llegar me recibió en la entrada.
-Llevo esperándote un rato.
-¿Sabías que iba a venir? - me acerqué a él lentamente.
-Me llamó mi madre esta mañana diciendo que anoche la despertó el teléfono. - rió.
-Lo siento. - sonreí. - ¿Por qué has vuelto? - le miré fijamente a los ojos. Estos se habían vuelto más fríos desde la última vez que los vi.
-El destino me ha traído aquí de nuevo, supongo. - se frotó el pelo con la mano izquierda y se sentó en una piedra que decoraba la entrada a su casa.
-¿Supones? - enarqué una ceja.
-Es... complicado. - miró al horizonte.
-Comprendo. - agaché la cabeza y vi su bolsa de uniforme. - ¿Has vuelto al cuerpo?
-Sí, no se ni cómo me han aceptado mi reincorporación...
-El destino.
Kory bufó. Se colocó la bolsa en el pecho y sacó una cajetilla de cigarrillos de esta. Agarró un cigarrillo y se lo llevó a los labios. Después sacó un zippo y me miró mientras el humo del cigarro se convertía en una barrera traslúcida entre ambos.
-¿Quieres ir a tomar algo? - espetó y dio otra calada a su pitillo.
-Sí, claro. - me giré hasta darla la espalda. - La verdad es que quería hablar contigo sobre algo desde hace tiempo...
-¿Conmigo? - avanzó hasta alcanzarme y comenzamos a andar dirección al pueblo.
 -Sí, me da reparo decírtelo, o sea, no es que no confíe en ti, es solo que a lo mejor no tiene importancia y yo le estoy dando demasiadas vueltas y...
-Eh, eh, tranquila. - me acarició el pelo.
-Verás, creo que los nuevos inquilinos tienen algo que ver con los asesinatos de Lucrecia y de... - le miré antes de cometer un error.
-Sí, de Alexis, puedes decir su nombre, no vas a incomodarme. - contestó mirando al frente.
-De Alexis.
-¿Y por qué crees eso? - le dio la última calada y lo lanzó lejos con un ingenioso juego de dedos.
-Verás... - tragué saliva. - La noche en que Lucrecia desapareció se presentó en mi casa acompañada de...
El sonido de un coche a gran velocidad pisó mi voz y nos alcanzó en el camino. Al vernos frenó en paralelo a nosotros y Kory reaccionó parándose frente a la puerta del copiloto. Bajaron la ventanilla y descubrí, dentro del vehículo, a Fiend y a Rosh. Kory les miró desafiante.
-¿Queréis algo? - la voz de Kory se mostró dura.
-¡Alma! - gritó Rosh desde el asiento del conductor. - ¡Qué sorpresa!
-Hola... - contesté. Kory me miró de reojo.
-Dime que no tienes planes. - intervino Fiend y me miró directamente a los ojos.
-La verdad es que sí.
-Está conmigo. - terció Kory.
-Una pena. Nosotros vamos a divertirnos al río que hay bajando por esta carretera, si cambias de opinión puedes pasarte a saludarnos. - sonrió Fiend y después, subió la ventanilla de modo que cubrió su rostro excepto sus ojos.
-Estaremos hasta la noche. - añadió Rosh. Y mientras Kory no dejaba de mirar a Fiend, este le dedicó una mirada inquisitiva que se perdió en el aire cuando el Porsche desapareció en el horizonte.

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